Procesión del Encuentro.
Miro tu cruz, Jesús, Redentor mío,
es dolor y paciencia, es abandono
y confianza, es la entrega victoriosa,
aceptación definitiva, el sí
sin regateos.
Oigo tu cruz, Señor, Salvador mío,
oigo palabras nuevas, encendidas
escucho el grito y el silencio en sangre,
hay perdón y regalo, como el cielo,
sin medida.
Beso tu cruz, mi Dios, esposo mío,
beso ya tus heridas y tus llagas,
quema mi vida de pecado, vieja,
y deja en mí tus huellas encendidas,
vivas.
Canto de cruz, Señor y siervo mío,
canto su fuerza y su victoria limpia,
vencido fue el dolor con la paciencia,
vencida fue la muerte y el infierno
por la vida.
Agradezco tu cruz, Señor, Dios mío,
en ella me perdonas y liberas,
me regalas vestido color púrpura,
con el sello y la marca del Espíritu
como arras.
Uno le va a entregar, otro le negará tres veces. Y de los otros no se guarda memoria porque salieron corriendo. Ese es el resultado de tres años de discipulado. Esos son a los que Jesús no llama siervos sino amigos. Pero el amor y la paciencia hacen milagros. Para todos hubo una segunda oportunidad. Leyendo el evangelio, comprendemos que hoy también hay esperanza para nosotros. Por muchas veces que hayamos traicionado, le hayamos negado o hayamos salido corriendo.